jueves, julio 27, 2006

MILONGA - Oliverio Girondo

Sobre las mesas, botellas decapitadas de "champagne"
con corbatas blancas de payaso, baldes de níquel que
trasuntan enflanquecidos brazos y espaldas de "cocottes".
El bandoneón canta con esperezos de gusano baboso,
contradice el pelo rojo de la alfombra, imanta los
pezones, los pubis y la punta de los zapatos.
Machos que se quiebran en un corte ritual, la cabeza
hundida entre los hombros, la jeta hinchada de palabras
soeces.
Hembras con las ancas nerviosas, un poquitito de
espuma en las axilas, y los ojos demasiado aceitados.
De pronto se oye un fracaso de cristales. Las mesas
dan un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire. Un
enorme espejo se derrumba con las columnas y la gente
que tenía dentro; mientras entre un oleaje de brazos y
de espaldas estallan las trompadas, como una rueda de
cohetes de bengala.
Junto la vigilante, entra la aurora vestida de
violeta.
-Buenos aires, octubre, 1921-

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